lunes, 9 de diciembre de 2019

Andando por Asia

Me topo con Monty. Un huracán de sensaciones. Los abrazos más intensos de la vida. Nos copamos una tarde mirando las aguas en Siem Riep. Imaginamos danzas cercanas sobre las aguas. Leche y miel para aquietar los torbellinos. Me pide sinceridad. Es honesto. Huye. Me habla de la luna entrando en mi cama. Me cuenta de su luna dispersa en cuarto creciente. Que no baje los brazos, que no transe, que no deje de soñar. Bicicleta, pienso. Siento en pedaleo hacia el infinito… Me deja un cactus para que aprenda de sus espinas, de sus raíces y del sol. Que busque a un tal Alexander Supertramp, que persiga la verdad, la que me hará libre. «Buscate en la naturaleza, Fede», como un eco flotando en el aire de una noche única. ¿Sería Monty mi sensei? ¿Por qué desperté con esto en mi cabeza?: «Todo lo que pensé que era no lo es... todas las fichas puestas a tu número... todo el universo conspirando para que tan cerca jamás digamos adiós…». Y Angkor Wat como el corolario de lo que jamás creo que volveré a sentir. Y esa ave negra atravesando el aire como para marcarme una línea, un despegue, el vuelo, mi vuelo.¡¡¡¡¡¡ Beggarbeachhhhh!!!!!! Angkorrrr Wattttt, infinito, único, ancestral, extraterrestre.



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