Fernando lo llamó por teléfono y le dijo: «Nos juntamos el sábado a la noche con Telma, Pablo, Aldo y Betina, ¿podés venir?». «Claro que sí», respondió en el acto, y ese sábado fue la última cena compartida con sus compinches de la secundaria. A partir de aquella noche, empezó a pensarlo. Cuando se despidió de Fernando, supo que algo lo atraía de una manera tremenda. ¿Se había guardado en el placar de los miedos?, ¿se había archivado para siempre? Estaba seguro de que, aunque no lo supiera, se había mentido durante esos inolvidables años de «aventurero escape» que significaba la secundaria.
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Noviembre de 2012. Fernando lo llamó.
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Lo invitó a la cena que planificaban con el grupo más selecto.
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Fede esperó ese sábado con muchas ansias y con cierto temor, tanto que no fue a la cita.
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Rafa le dijo: «Vos, dentro de tres años, ¿vas a ser heterosexual?». «Supongo que no», le contestó. «Entonces ¿no pensás verlos más en tu vida?, porque, cada vez que te llamen —y un día se van a cansar de hacerlo—, ¿qué otras cosas absurdas vas a inventar…? ¿Querés perder ese momento perfecto, irrepetible? Lo vas a lamentar…».
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