lunes, 9 de diciembre de 2019

Esos llamados que lo complican todo

—Ni ganas de ir a ningún lado.

—Llamá y no vayas.

(...)

Fede permaneció en silencio. Era conversador, pero esa mañana estaba particularmente adormecido. Su jaqueca lo tenía a maltraer.

—Bueno, dale, que se te hace tarde —le tiró su novio.

Fede se vistió pero, en vez de despedirse, se tiró un rato sobre la cama. El sonido del teléfono resquebrajó el momento. Como estaba más cerca, se apresuró a atender.




—Sí, diga…

—Hola…

—Era una voz sensual, masculina. Creyó que era alguno de los amigos de su novio.

—¿Sí? ¿quién sos? Hola…

—¡Cómo! ¿Ya te olvidaste de esta colita?

(...)

—Sí, claro, pero recordame dónde…

—Ahí, en tu casa… la colita blanca de grindr… Tobi…

—Ah, sí, estoy ocupado ahora —lo paró en seco—. ¿Me llamás en un rato?

Colgó. Lo miró a su novio con un gesto seco, vago. Puso excusas del llamado, como si hubiera sido alguien que le ofrecía un producto, lo que conspiró a su favor por la cara que puso. Lo miró fijo, como lacerando su cuerpo, agarró su saco, le dio un beso en la mejilla —algo que jamás hacía, porque sus despedidas eran más efusivas—, y salió.

—Te veo a la noche.

—¿Pasó algo?

—Te veo a la noche…

Su novio se quedó pensativo mientras tendía la cama. Planchó una camisa y, a los quince minutos, sonó el teléfono.

—Hola.

—Hola, acá estoy…

Esa voz sensual, la misma que había hablado con Fede un rato antes, lo saludaba con insistencia y con alegría. Pero la voz de Tobi no era desconocida ni poco habitual para el dueño de casa.

—Hola Tobi.

—¡Ey! Por fin me atendés con mejor onda. Mi colita está lista. Estuviste reseco, nene. Ni recordarte mi colita te despertó. ¿Seguís malhumorado?

—Vos… llamaste antes…

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