lunes, 9 de diciembre de 2019

Fede conoce a Monty a orillas del Mekong

Fede tomó el trozo de papel, que tenía un corte deforme, como arrancado sin mucha prolijidad de un cuaderno, y leyó: . "Aún quedan algunos rayos para que nazca otra primavera.


Aún tu mirada agita.
Aún puedo atreverme un rato más.
Aún soplo el viento para que llegue tu brisa.
Todavía.
Aún.
Todavía. 

Permanecieron en silencio. Hubiera querido besarlo, pero no pudo.




(...)


—¿Cómo supiste que soy gay?

—Ni idea. ¿Eres gay?

Fede se sonrojó y trató de ocultar su mirada al pasarse la mano sobre la frente y sus ojos.

—Tengo una novia. Es más, estoy comprometido con ella y soy gay. No hice mi coming out todavía.

—Todavía, aún, todavía.

—No es que tenga miedo, es que tengo que dar el paso.

—¿Y por qué no lo haces?

—Los prejuicios… el qué dirán… mi familia, mis amigos.

—¿Importa eso?

—Claro que importa.


(...)


De repente, un chaparrón llegó sin avisar y sintieron una vibra especial porque ninguno de los dos se levantó. Miraron para arriba, como si se hubieran puesto de acuerdo. La lluvia fue intensa; duró apenas unos cinco minutos, suficiente para empaparlos. 


(...)


Tomó una toalla de su mochila y le secó la cabeza. Mientras lo hacía, miraba hacia varios lados, como midiendo quiénes estaban cerca por lo que iba a hacer. Le quitó la toalla de la cabeza y lo besó. Fue un beso tremendo para Fede. Un beso que invitó todo lo que vendría después: ducha caliente, sexo, cena, más sexo y dormir pegaditos como Fede hacía mucho deseaba hacer con alguien no tan cercano y que, sin embargo, lo conmoviera.

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