domingo, 8 de diciembre de 2019

Reencuentro de Fede con Ale

Tocó con insistencia el timbre A. El cuarto de Ale estaba sobre la esquina y, aunque rozaba el ruido de la avenida, ya se había acostumbrado a dormir bien. Y así estaba Ale cuando su perra, una labrador oro y muy inquieta, llamada Liza por el personaje tan simpático de los Simpsons, comenzó a ladrar en su oreja. Ale, que varias veces había recibido visitas ocasionales a altas horas y ya no quería hacerlo, se asomó por la habitación contigua, que daba a Bustamante, ya que a través del árbol podía ver quién estaba sin que lo vieran. Observó quién era, así que abrió. Mientras Fede subía, se enjuagó la boca y se lavó la cara con agua fría, a pesar del frío que sentía en su cuerpo. La cara de Fede era un reflejo de la tristeza que tenía. Se miraron un instante. Ale le dijo que pasara. Fede hubiera deseado que lo insultara, que lo abrazara, que le gritara, que le reclamara, que lo besara. Ale fue concreto.




—Viniste. Tengo sueño. Vos seguro estás igual y más con esa baranda a birra. Vamos a la cama. Mañana hablamos en el desayuno.

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