—¿Qué onda? No me acuerdo de qué te dije. —Fede le recordó la conversación que habían mantenido sobre las búsquedas interiores y sobre encontrarse con uno mismo. Chufi le contó que su mantra fue el resultado de una frase que nació de forma espontánea—.Yo buscaba algo, una pista, una luz que me despertara al mundo. La busqué entre las piedras, en el río, en la cordillera, en un cóndor que pasó justo cuando el chico este… un pibe de la zona, me dijo: «Despejo mis soles, abro y voy». Una amiga de por acá me tiró la carta astral y me había mandado un mensaje ese día: «Esta noche termina un cambio energético y hay que pedir algo al universo». Y me agregó: «Decite un mantra». Y yo estuve todo el día pensando en un mantra. Como si los mantras vinieran así de fáciles. Hola, dame un mantra, dame dos. Buscaba una frase que me conectara y me acercara a un momento de meditación, y de repente salió este chico, un pastor de la Quebrada del Toro… un pastor de ovejas, no de humanos, jajaja. La frase del pibe fue certera. Y había estado pensando en la primera vez que había escuchado la palabra mantra en un documental de los Beatles. George Harrison estaba copado con un gurú de la India y creyó que, si lo veía el tipo, les daría un mantra, varios mantras, en un paquete. Después, vi la película de Tina Turner, donde ella recita con mucha espiritualidad su mantra, «Nam myoho renge kyo» y, cuando mi amiga me contó de eso, me la pasé todo el día, entre ovejas, humedad y un poco de frío, buscando mi mantra. Cuando el chico lo dijo, pasó un cóndor sobre la cordillera y pensé: «Despejo mis soles, abro y voy». La empecé a repetir: «Despejo mis soles, abro y voy… despejo mis soles, abro y voy… despejo mis soles, abro y voy».
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