—Te relajás. Te ponés derecho boca abajo. Cerrás los ojos. Respirás profundo. Y sentís mis manos en tu cabeza de manera muy suave. Y así voy bajando a todo el cuerpo.
—Me gusta eso. Ya estoy volando.
—Todo el cuerpo hasta los pies... Y después de nuevo hasta la cabeza… Bajo por tu nuca, cuello, hombros. Recorro ambos brazos hasta los dedos. Muy suave. Te dejás. Te aflojás. Vuelvo a tu nuca y bajo por la cervical.
—¡Guauuu!, me está gustando mucho. Me relaja mucho.
—Acaricio la espalda, los omóplatos. Veo si hay nudos, tensiones por ahí.
—¡Sí!
—Bajo a los costados, la cadera y toda la parte de la cintura. Bien despacito, como en círculos.
—Me encanta. Ya estoy volando mucho.
—Genial. Esa es la idea. Luego voy al coxis, al huesito dulce y lo aflojo con la yema de los dedos. Ahí siempre se acumula la tensión por la acumulación de sexo. Es decir, no tenerlo… Me quedo bastante tiempo. Hay tensión, y hay que aflojarla.
—Me gusta, mucho mucho.
—Llego a tus nalgas. Las acaricio mucho para relajar. Suave, bien suavecito. Se sienten cálidas, copos de algodón. Subo con mis manos por la cervical hasta la nuca y bajo hasta tus nalgas. Muy suave, varias veces, para sacar la mala energía y para que te quedes ya todo relax. (...) Voy a tu frente. Me detengo mucho ahí, en tu frente, en tus ojos, y llego a la cabeza ya con las yemas para comprobar que estás feliz y dormido.
—¿Creés que voy a estar dormido?
—Eso espero, Fede. Te arropo, dejo la música y descansás.
—Muy feliz... Muy relajado... Muy volado… volando Monty…. Mati.
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