miércoles, 11 de diciembre de 2019

Rafa confirma lo que Fede temía

El avión se agitaba menos. El compañero de asiento le indicó hacia el mapa: «El piloto, ¿ves?, está tratando de esquivar la tormenta». Eso no lo tranquilizó mucho. 


(...)


Ansiaba visitar Indonesia en un viaje que planificaba para hacer antes de empezar la facultad, pero que mutaría en algo distinto ya en la mitad de su carrera. Siempre se sentía arder. Y en ese instante, sintió que podía arder porque había tomado la determinación, al regresar de Asia, de hacer siempre lo que quiere. «Si el avión se estrella, el cosmos me va a recibir con alegría», le dijo al hombre. Luego le pidió un poco de vino blanco a la azafata, con hielo, y se puso a observar hacia afuera las nubes, la lluvia, la luz titilante en las alas hasta que su cuelgue lo llevó a los brazos de su ex y al preciso bocadillo que metió Rafa para que la pareja se quebrara para siempre. 




—Basta de mentirme, por favor… 

—¿Pero sos bobo? ¿Qué tengo que hacer para que me creas? 

—Decirme la verdad. 

—Te digo la verdad. 

—Mirá, ehhh… —intentó balbucear algo Rafa, que estaba presente en la discusión porque acababa de entrar en el departamento de los chicos. 

—Rafa, dejanos hablar, por favor. 

—¿Sabés qué pasa? Yo te vi con el flaco en el colectivo. Estaban en el medio. Yo estaba sentado atrás. Y esos arrumacos y besitos cariñosos no eran precisamente de compañeros de la facu.

Fede contuvo sus lágrimas. Detestaba llorar delante de cualquiera. Y contenerse lo fortaleció. «Lo que no te aplasta te fortalece», reflexionó, y le dijo a su novio que tenían que separarse, que hacía mucho tiempo que arrastraba esta sensación de vacío y, además, él ya le había reclamado muchas veces no ser una ameba. Le dijo que lo entendía por ir a buscar afuera lo que ya estaba marchito adentro.

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