lunes, 9 de diciembre de 2019

Confesiones en Calafate

Había empezado Jhony, con una descripción más acabada de su familia, de su crianza en su ciudad natal, en las afueras de Rio, en la playa de Jaconé, Saquarema, en la zona de los lagos. Le contó las típicas historias de relaciones ideadas y finalmente frustradas. Hasta ese momento, ninguno de los dos había hablado de sus relaciones pasadas. 


(...)




Se detuvo un instante para contarle la anécdota sobre su planificación para acercarse a él cuando lo vio en la foto que le había enviado Alessandro. De nada de eso habían hablado en su escape a Ilhabela porque, aunque Fede estaba tentado de preguntarle cosas, sentía que, al hacerlo, tendría que hablarle de las suyas, y ese viaje ya no era como el de Asia, introspectivo, revelador, sino para disfrutar de las experiencias militantes de otras personas y para tratar de compartir sus pocos años de la suya. Pero, con esta confesión, Fede lo metralló a preguntas.

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—Sí, te vi y me volví loco. Creí que eras un turista que estaba con Alessandro y que te ibas ese día. Pero, cuando me dijo que no, que recién habías llegado, aposté a que te irías conmigo.


—¿Hicieron una apuesta sobre mí?

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