jueves, 12 de diciembre de 2019

Andando por Copacabana

Se fue caminando hasta el Othon, después de dejar a Gilmar con su mamá. Se pensó colorado cuando Márcia le había preguntado si había visto a algún chico lindo. El guiño lo incomodó, pero se sintió contento porque la mujer había confiado en él para ir con su hijo. Y, aunque la cultura carioca le parecía más abierta que la porteña, se emocionó un poco al sentir que esta mujer había dejado, o no los tenía, sus prejuicios a un costado. Caminó unas quince o veinte cuadras, la mayoría bordeando la costa, sobre el sector donde la gente va a correr. Se sentía agotado, triste por la realidad de Gilmar, pero contento de haberlo cruzado. Volvería a verlo en dos días para ir juntos al Pan de Azúcar, donde se sentarían a mirar un buen rato la inmensidad de la ciudad. Especialmente, le recordó, al oscurecer, su visita al cerro San Bernardo, en Salta, una noche que terminaría en un apasionado encuentro sexual con Chufi, un pibe del conurbano bonaerense, pintor y músico, que había ido a recorrer el norte del país para encontrarse con su ser.




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