martes, 3 de diciembre de 2019

Fede espera en el bar del frente del penal

 Interrumpió su mirada fija en el portón un joven, que le dejó una hojita con cuatro poemas. Fue a otras mesas; pidió ir al baño y un vaso de agua. Fede leyó el poema de atrás. 









He aprendido en estas pocas horas: 

... que a kiss is just a kiss, 

... que el reencuentro rejuvenece, 

... que los amantes siguen amando, 

... que debo respetar los silencios y entender las uniones, 

... que hay cosas que hacemos sin pensarlo porque nacen libres, 

... que hay cosas que hacemos sin pensarlo, fueron hechas y ya está, 

... que digo blanco cuando es negro y, sin embargo, puedo rescatarme en el encuentro, 

... que no sé qué voy a hacer, pero estoy en el camino, 

... que lo hago a mi manera, aunque duela y cueste, 

... que al amar cierro los ojos y aún estás, 

... que hay una vuelta más, 

... que puedo enamorarme". 


(...)


Llamó a Héctor y le pidió algo fuerte. «¿Whisky, ginebra, vodka?», pero Fede le pidió una Stella y unas papas. La espera se hacía lenta, y ya estaba con retortijones en su estómago, señal de que estaba nervioso y con ansias. Le invitó a Héctor un vaso, que rechazó porque era temprano. Ya lo había visto beber, y bebida blanca, en las madrugadas de espera antes de cruzar y de tramitar el ingreso al penal. Héctor era flaco; parecía de más años de los que en realidad tenía. Fumaba mucho y por momentos tosía mucho.

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