viernes, 13 de diciembre de 2019

Epílogo

 


“Lesbiana de mierda”. Esas fueron las palabras más feas y violentas que recibí cuando era jovencita y estaba confundida. No sabía bien qué era ser lesbiana, pero tenía muy en claro que yo no quería ser eso. El tema es que, del otro lado, latente, estaba el deseo.El deseo que pulsaba cada vez que mi amiga se acercaba a darme un beso. Porque ella sí era lesbiana. Relesbiana. Para mí fue un montón



Desde la Secretaría de Cultura de la Federación Argentina LGBT, creemos en el arte como vehículo transformador de nuestra sociedad. De nuestras culturas. Somos activistas, pero también somos artistas. Somos militantes. Todo eso junto y, por qué no, separado también.

Estamos atentes a la coyuntura y a los cambios que nuestro país atraviesa y nunca dejamos de lado cómo el sentir y el quehacer cultural de todes impacta, se entrelaza y se enreda para lograr una multiculturalidad.



Un compañero, militante LGBT+, escritor, poeta, corrector, nos propuso involucrarnos en una especie de epílogo para su primera novela, la historia de Fede, un chico que se animó a ser. Su historia que lo llevó por los recovecos y por las cuevas del amor, de la pasión, de las angustias y de las revelaciones en Brasil, en Asia, en Europa, Necochea, Victoria, Los Antiguos, Calafate, Salta, por la vida. Su andar fue animarse a salir de un armario de dudas y de miedos, de su zona de confort; pensarse en su sentir, descubrir las traiciones del amor y los celos, sus pasiones, animarse con los amigovios, a la humedad, a la desolación y a las drogas en la cárcel de Devoto, sus encuentros de militancia, sus relaciones serodiscordantes, sus vínculos con su papá y con su mamá, sus amantes de ocasión, sus querides amigues, la enfermedad, las muertes, sus revelaciones, su diario, beggarbeach, y la música de Mike + The Mechanics y de les grandes de la canción brasilera como espejos de ese navegar su corazón. 

Nos pareció un hermoso desafío porque deseamos que todos los sonidos, las palabras, los gestos, las miradas, las voces, las imágenes y los lenguajes artísticos tengan un espacio de visibilización, de realización, de creación y de difusión desde este espacio.



Cinco de les integrantes de este comprometido y militante espacio nos animamos con la novela, lo invitamos a Diego a una de las últimas reuniones para compartirle nuestra experiencia de lectura y para tratar de ver en sus ojos, y desde lo que sus palabras no decían, qué podíamos tomar de esta historia que nos roza tan de cerca: “El activismo de Fede es contemporáneo, ya no esa audacia de soñadores, mentes afiebradas de los 70 o de los 80, sino parte fundamental de su construcción ciudadana”, expresa el histórico activista LGBT+, Marcelo Ferreyra, en la contratapa del libro. Una visibilidad como la que compartió en redes la escritora, periodista, feminista y redactora Paula B. Giménez -coautora con Jesica Lavia de Pese lo que pese. Deconstruyendo espejismos-, que aquí reproducimos -en cursiva- al comienzo de esta intro y de las intro de les cinco compañeres que nos aventuramos también a expresar sus sensaciones sobre la novela: Estefanía Solange Gaitán -una de las secretarías de Cultura-, Ignacio (Mabel) Berreta Cádiz, Tomás Agustín Astesiano, Alexis Ortiz y Marian/Mario Spagnuolo.



Ha sido un hermoso desafío de equipo para quienes integramos esta Secretaría, porque también nuestro compañero Franco Zerené es el diseñador integral de un libro que será otra marca más en las huellas en la pluma que nos regala Diego Tedeschi Loisa.






Secretaría de Cultura de la Federación Argentina LGBT




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Tenía 17 años y poca idea de todo. “Lesbiana de mierda” retumbaba en mi cabeza cada vez que me dejaba llevar por las manos de mi amiga, por la boca de mi amiga, por sus lindas palabras. Mi amiga se había enamorado de mí y yo no podía con eso. “Lesbiana de mierda”. Todo el tiempo y en loop . 




Futuro / Pasado y Presente / Visibilidad e Invisibilidad / Estar dentro o fuera del armario, placar, closet / Individualidad y Militancia / Sida y VIH 

Zambullirse en un ir y venir constante y necesario para poder llegar al fondo. Llegar al hueso. Al quid de la cuestión, al ser, al deseo, al otro, a uno mismo. Es ir y volver entre autores y cantores, entre la bossa y el rock nacional e internacional, entre amigues y amantes, y amantes-amigues, de la mentira a la verdad, de lo que no sirve a lo esencial, de Buenos Aires a Bangkok, del armario, placar o closet a la visibilidad, del ensimismamiento a la militancia.

Habitar la contradicción que nos habita y que nos constituye es el verdadero desafío, y reconocerla quitándole los velos hasta dejarla desnuda, frágil y visible es crucial para ser uno. Ser puto hoy y ser puto (no-puto) ayer. Todo lo que se hace para no ser castigado ni condenado por el afuera, para no sufrir la violencia y para, sobre todas las cosas, ser aceptado. Únicamente para no recibir del exterior lo que sucede en el interior. La autoviolencia que se padece al miedo a ser, a hacerse cargo del deseo y a no desear sufrir. Aparentar gusto para gustar al resto y no gustar de lo que uno gusta.

Entonces, escapar. Irse lejos con la idea de pensar y de encontrar el coraje, el valor para gritar al mundo que no se es lo que uno en realidad muestra, sino algo mejor, más puro, más real, más transparente. Ser visible y hacerse cargo que eso habilita un mundo hostil e ignorante del cual habrá que hacerse cargo. La militancia para hacerse cargo entonces. Militancia como respuesta. Militancia por acá, militancia por allá, dos cucharadas de militancia por la mañana y una antes de cada comida. La historia de la militancia se nos hace presente desde Jáuregui organizando la primera Marcha del Orgullo hasta un congreso en Rio de Janeiro sobre VIH. Explicar que I=I significa que las personas seropositivas, cuando tienen el virus a niveles indetectables (digamos dormido para hacernos de una imagen) no se transmite. Borrar los estigmas que abundan en cada lado y en cada rincón, afuera y adentro. Tan fácil como entender la diferencia entre decir un travesti y su forma correcta: una travesti, como para citar un par de ejemplos.

Todo es un proceso en nuestras vidas, al fin de cuentas, y vamos atravesándolo como mejor nos sale. Viajar y viajar para salirse del propio contexto con la sed de encontrar una gema o una pepita de oro. Un tesoro que sabemos que está ahí afuera o mejor dicho dentro de uno.

Une es más auténtique

Cuando más se parece

A lo que ha soñado

De sí misme.

“Une misme es une misme y todes les que habitan dentro de une”, decía Enrique Pichon-Rivière, obviamente sin la “e”. 

Y así se viaja entre los vínculos que a uno le van constituyendo. Con les que están y con les que se fueron también. Abandonar la pose de una vez y subir al cerro, ir a la cárcel, ir a la marcha, ir a un congreso en otro país, a llorar a Necochea, a donde toque Mike + the Mechanics. Ir a donde la voz de la Negra Sosa nos lleve, irse lejos de lo que uno fue y no quiere ser, ir a vivir a otro país, ir hacia una igualdad real, hacia una nueva forma de vincularnos en el amor, ir hacia el deseo, perseguirlo, alcanzarlo.

Explicar con palabras de este

Mundo

Que partió de mí un barco

Llevándome.






Ignacio (Mabel) Berreta Cádiz


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Salí un año con mi amiga, a escondidas o, al menos, eso intentamos. Un compañero me hackeó el mail, leyó los correos que me mandaba con ella y le contó a todo el colegio que éramos novias. Pero no lo contó así. Le dijo a todo el colegio que yo era lesbiana. Fue una tragedia. Empecé a lastimarme de camino a casa. Llevaba una tijera en la mochila. Me dañaba después de estar con mi amiga porque me sentía sucia. Porque yo quería caminar de la mano con un varón, tener una familia. Yo no era una lesbiana de mierda.Mientras tanto, cuando cogía con mi amiga me temblaban las piernas.




Fede hace un camino de visibilización que lo lleva al activismo. ¿Cómo llega une a visibilizarse?, ¿es siempre gratificante?, ¿qué encontramos en el camino?

La historia de Fede nos cuenta su recorrido por los mandatos de la masculinidad, en los cuales encuentra una pertenencia, pero que al momento de desear, estos mandatos son coartantes de su sentir. 

A través de sus viajes y por diferentes cruces que va teniendo en el camino, en sus encuentros sexuales, descubre más de su identidad, la de Puto, ese Puto tan parecido a su autor, ya sea por reconocimiento o por disentir con otres. Puede enriquecerse de estas vivencias, desarticular su pensamiento y lograr empatizar consigo mismo. 

Luego de todo esto, ¿cuán importante es una visibilización si no hay contacto con le otre?, ¿nos sirve un empoderamiento de identidad individual?, ¿o nada importa sin un activismo colectivo?



Alexis Ortiz








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Después las cosas con ella salieron mal, yo no estaba lista. Festejé con mi mamá y mi papá haber perdido la virginidad con mi primer noviecito en serio. Tenía 18 años. Brindamos y todo. En esa mesa, sentí que estaba en la vereda correcta. No iba a ser más una lesbiana de mierda, todo eso se había quedado atrás.  




En los últimos días, se pudo ver una pregunta que estuvo en las calles, en carteles y en afiches, pegados en las paredes, que sentenciaba: "Y vos, ¿cuándo le dijiste a tu familia que eras heterosexual?". A veces resulta difícil y hasta un poco irritante el hecho de tener que contarle a le otre con quién elegís vincularte, y eso solo nos pasa a nosotres, a las personas dentro de nuestra comunidad.

Quienes tienen la posibilidad de escapar por un rato y de viajar se redescubren y eligen vivir como en su tierra natal no pudieron hacerlo. Hay quienes afrontan a sus xadres (padre y madre) una noche en la cena y les cuentan que son lesbianas. Hay quienes han sido expulsades de sus hogares por haberlo dicho en voz alta, y es que ser LGBT+ resulta a veces una odisea al momento de salir del "closet".

El día que yo le conté a mi madre que era bisexual, sentí que desde ese momento algo se había roto entre nosotras, como si yo hubiera cometido un crimen y le estuviera pidiendo ayuda para superarlo juntas.

La visibilización es parte de quienes queremos ser porque no hay nada más hermoso que el amor propio. Y esa es la primera lucha, el querer ser sin ataduras, sin miradas. Luego, una vez reconociéndonos a nosotres mismes, el activismo resurge como parte de nuestra respuesta política.









Estefanía Solange Gaitán


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Durante diez años salí con chabones, pero, para calentarme, miraba porno lésbica a escondidas. Una vez un novio abrió mi compu y se topó con uno de esos videos. Me avergoncé tanto. Lloré mucho, le pedí perdón. Sentí que había dañado su hombría, sentí que la lesbiana de mierda había vuelto. Después crecí y así como yo, el país. En el 2010, la Ley de Matrimonio Igualitario me cuestionó directo al hueso. No hice mucho caso hasta que en un viaje conocí a una lesbiana de mierda que, charlando del tema, me preguntó: “¿Por qué te hacés esto? ¿Por qué no te das una chance?”. Volví, me di la chance y me enamoré por primera vez en mi vida. Tenía 27 años.






“Quiero ser visible” resuena como eco durante toda la novela. Quiero ser visible porque otres lucharon para que yo hoy pueda ser lo que soy. Quiero ser visible para dejar las máscaras. Quiero ser visible porque es lo que soy. Quiero ser visible por mí.


“Closet”, “armario”, “placar”, palabras tan pesadas que hasta cuesta leerlas sin recordar aquellas épocas donde el encierro era la única opción. Lugar que tanto dolor generó, pero hubo gente que decidió arriesgarse, salir, exponerse. Personas que dedicaron su vida y hasta su muerte para ser quienes realmente eran: sin tapaduras, sin máscaras, con miedos y con convicciones.


La novela de Diego nos relata la historia de nuestra comunidad. “Historia” que está más presente que nunca. Que aquella militancia que tantos caminos abrió, hoy todavía camina, todavía crea nuevos mundos, todavía pelea.


Ser visible es una lucha de todos los días. Lucha contra aquellas voces que tanto quieren callarnos, contra aquellos designios que nos cortan las alas y nos dicen cómo debemos ser.





Tomás Agustín Astesiano







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Me acuerdo que cuando lo conté me puse a llorar, otra vez, como una nena. El fantasma del error y del horror seguía ahí. Me incomodaba mucho, pero eso ya no importaba, estaba enamorada. A partir de ahí, me enamoré seguido y dejé de llorar al contar que salía con chicas. También salía con chicos, así que todo estaba bien. Pasaron de nuevo los años. Hoy tengo 34 y hace una semana llamé a una amiga y otra vez lloré. “Hola, amiga”, le dije, “soy lesbiana. Soy una lesbiana de mierda”.







Diego nos llevó de viaje. Los viajes siempre se miden en distancia, kilómetros recorridos; este se mide en tiempo y, sobre todo, en intensidades. 

Diego nos llevó a recorrer una historia de amor, pero no ese amor romántico de película del norte, sino un amor por une misme, por les otres, por la justicia, por enseñar y por aprender. El amor que solamente puede expresar alguien que brindó amor toda su vida, en forma de militancia, de escritos, de enseñanzas o de poesía. Una historia que sale de la norma, que se enfrenta al millonésimo de historias heterosexuales, y nos regala una visión bien de puto, y más que nada de puto viejo, de un puto que vio cambiar el mundo, lo bueno y lo malo, y nos lo muestra para que seamos conscientes. 

Es un libro que cuadra en estos tiempos, aunque hable de otres, y que nos permite no solamente saber, sino sentir toda esa historia de lucha militante, de amor contrahegemónico y de caminatas libertarias, que fue el movimiento de la diversidad sexual y de quienes lo componen. 

Es un libro para reencontrarse para quienes lo vivieron, y para sentirlo en los huesos para quienes recién ahora se meten en el activismo. Es un libro de historia, aunque no de nostalgia, sino de enseñanza.





Marian/Mario Spagnuolo










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