lunes, 2 de diciembre de 2019

Fede piensa sobre su futuro en Necochea

Amaneció con una tenue lluvia en Necochea. Los vientos que suelen fastidiar la ciudad, marca registrada de la zona, no habían aparecido. Fede se levantó temprano, erecto, como casi todos los días. Se hizo una paja. Se duchó. Preparó un termo para matear, tiró un poco de quebracho en el hogar y lo encendió. Se sentó cerca del ventanal que daba al jardín; imaginó las olas detrás de los médanos que alcanzaba a ver desde su posición, y se dejó ir hacia la nada. 

(...)

Miraba el agua caer, el agite del eucalipto, el vidrio empañado y salpicado. Veía una distorsión y le parecía simpático. «Qué distintas se ven las cosas así», se dijo. No había ruidos. Ni el sonido del mar se acercaba para arrullarlo. 




(...)

«Todo lo que pensé que era no lo es... todas las fichas puestas a tu número... todo el universo conspirando para que tan cerca jamás digamos adiós…». Esa frase… Ese sonido a través del vidrio como un susurro, tan efímero como aquella nave que circundaba el cielo de Victoria, tan certero como cuando siente que el amor golpea a su puerta y casi nunca abre. Lo sintió. Un susurro que le daba una señal. Pero eran las gotas de lluvia. ¿Eran? «Vine a descansar, a descomprimir, a deconstruirme. Los secretos de Fede. Deconstructing Federico». (...) Se quedó un buen rato frente a la ventana. La lluvia caía sin molestar. Pasaban por su mente imágenes dispares como estar a orillas del Spree, atravesar los campos de Nam Ha y de Luang Namtha, mirar aquel atardecer a orillas del Mekong, colgar en aquel cerro del encuentro sin que nadie lo encontrara. Él y esa nave que había visto. Él y sus viajes hacia su ser. «Buscando siempre. Entonces, yo me iré buscando siempre». (...) Rous puso música. (...) Se acercó y le dio un beso en la mejilla. Fede la miró con ternura; permaneció en silencio. 

Y así… llegar y partir
son solo dos lados de un mismo viaje.
El tren que llega
es el mismo tren de la ida. 

—Milton.

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