viernes, 6 de diciembre de 2019

Fede en Parque Avellaneda con Chufi y con Ale

El teléfono de Fede sonó varias veces de manera insistente. Lo tenía en modo Silencio y recién lo vio cuando sonó la alarma del despertador. Chequeó si Chufi le había mandado un mensaje y vio que Ale había insistido en llamarlo. Se vieron unas horas después. Esperaba que llegara Chufi, que quería contarle una novedad, pero antes apareció Ale con otra. Fede les dedicaba tiempo. Le gustaba compartir momentos con quienes estuvieran, que se mezclaran. No era celoso de sus amistades, solo cuando alguien priorizaba historias de algún romance que sabía que no duraría mucho. «Una pija puede más que un amigo». Sin embargo, cuando alguien le pedía hablar de cuestiones privadas o profundas, trataba de no sumar ninguna invitación. Ale le había pedido un rato («Total, Chufi se toma su tiempo para llegar»).


(...)


Fede había querido presentarlos hacía mucho y, para su sorpresa, debió reconocer que el «Soy libre» de Chufi y el «Estoy más allá del bien y el mal» de Ale rozaban una histeria que no pasaba con él. La cita quedó trunca desde antes de transformarse en cita. 






(...)


Chufi comenzó a tocar su ukelele muy suavemente.


(...)


Fede se dio cuenta de que Ale no tenía muchas ganas de irse, pero ya le había adelantado que Chufi venía a contarle algo personal.


(...)


A solas, Chufi le pidió un beso. Se besaron un buen rato.

—Tenía muchas ganas de besarte. Y vos mandaste a Ale, guachín, a abrirme. 


(...)


—Fede, dame un beso, dos, tres…

—Pero tocame algo… ¡de músicaaa!, atrevido.

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